El proyecto de huertas familiares urbanas mostró que esta iniciativa fomenta no solo la sostenibilidad ambiental, sino también el desarrollo personal y comunitario. Las huertas funcionan como una herramienta educativa que conecta la teoría con la práctica, generando conciencia ecológica y responsabilidad en los estudiantes.
Además, se evidenció que las huertas aportan beneficios materiales y también emocionales y sociales, mejorando la comunicación, colaboración y unión familiar, y reduciendo el estrés. Este modelo puede inspirar a otros colegios y comunidades, demostrando que la educación ambiental comienza con acciones pequeñas y constantes que generan cambios duraderos en las personas y su entorno.
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